VPmariaMiro las caras de la gente y los lugares que me circundan, observo y disparo en el tiempo tan breve de un saludo, de una parada en un semáforo, de una petición información, de una mirada última o de alguien que se cruza en mi camino. Después viene el reposo para, pasado un tiempo, iniciar una nueva criba que induce al resarcimiento.

El hecho de rescatar imágenes de mi experiencia personal, ya sean propias o ajenas, no deja de sorprenderme. De algunas casi no me acuerdo a veces ni siquiera por qué dispare el objetivo hacia alguien o algo concreto entre la multitud o  porqué aparté una imagen de una revista o periódico hace años, que vuelvo a seleccionar cuando hago una nueva revisión. Mientras otras jamás serán captadas o seleccionadas, por lo que  nunca  podrán formar parte de mis nuevas creaciones. Sin embargo, que se produzca en mi interior esa situación reiterada de sorpresa, no evita que me provoque una impresión de desasosiego. Cuando me interrogo sobre esta última sensación, se refuerza en mí ese perpetuo estado de incertidumbre en el que me ubico. Ahora menos que nunca se puede tener certezas sobre nada. Tampoco sobre los vericuetos de la creación artística propia.

En el estudio intento descifrar el misterio de una identidad intuido en el minuto escaso, o acaso menos, de un encuentro e intento plasmarlo en la siguiente pieza. Cuando me inclino para cortar el primer fragmento pienso en lo significativo y lo precario que puede ser ese gesto. Me animo a continuar mientras voy rememorando lo acontecido antes y lo que sucederá a continuación.

Las obras una vez terminadas y expuestas manifiestan un sentido ambiguo. Emanan una terrenalidad que resalta la presencia objetiva en el mundo de los personajes retratados y su condición de vínculo entre los seres humanos, más allá de la soledad esquiva de cada uno.  Al unir las imágenes se acrecienta esa sensación pues somos conscientes del enjambre humano.

Me considero una artista de una perseverancia casi heroica, que afronta cada trabajo con integridad y que no descansa a pesar de enviar sus obras a luchar contra las olas procelosas del mundo del arte.

En el arte existe un pacto de fraternidad, a la vez que de voyeurismo, entre  varias personas, modelo, artista y espectador/a. La obra artística es el nexo que media  entre ellas para que surja un nuevo instante común. Para que ese instante acontezca se precisa, desde el inicio del proceso, de la cercanía física que da la mirada en su condición de vínculo entre seres humanos.

Y es que la artista se siente menos sola cuando sabe que su obra es observada.

May San Alberto